Volodímir Zelenski se ha embarcado en un maratón de tres semanas de visitas en el extranjero que busca un apoyo internacional sin fisuras a la defensa de Ucrania según sus planes, sin ceder un centímetro político o militar a Rusia. El presidente ucranio reconoció el 21 de mayo a The New York Times que sus aliados occidentales “están titubeando” y que “todos dejan la puerta entreabierta a Rusia”. Seis días más tarde, el 27 de mayo, Zelenski inició en España una intensa agenda de reuniones que preveía el paso por al menos 11 países.
Zelenski estuvo entre los gobernantes invitados este jueves en la conmemoración del 80º aniversario del Desembarco de Normandía. El mensaje era doble, de recuerdo de la victoria contra el nazismo y ahora, de frente común contra el imperialismo ruso. Pero incluso en los prolegómenos del aniversario del Día D se expuso el temor de Kiev a que sus socios dejen esa puerta entreabierta a Moscú: el Gobierno francés anunció en abril que invitaría a una delegación rusa a la conmemoración; la propuesta fue finalmente cancelada tras las críticas recibidas por parte de Estados Unidos, el Reino Unido y también por Ucrania.
Zelenski se reunirá este viernes en París con el presidente francés, Emmanuel Macron, en una cita que se espera cargada de simbolismo. Pese a que la ayuda militar francesa a Ucrania es notablemente inferior a la alemana o británica, Macron ha asumido un discurso más desafiante con Rusia y más próximo al líder ucranio que el de otras grandes potencias. “Zelenski ha buscado crear un momento de oportunidad para su política europea, situando a Francia con una mayor iniciativa de apoyo a Ucrania”, según valoró este miércoles en un análisis Léonie Allard, investigadora del Atlantic Council.
Europa, con Macron y el canciller alemán, Olaf Scholz, al frente, está demostrando menos titubeos con Ucrania que Estados Unidos, enfrascada en los primeros compases de las elecciones presidenciales. El probable candidato republicano, Donald Trump, es partidario de cerrar el grifo a la ayuda militar para Ucrania. Y los demócratas, según han informado medios estadounidenses como Politico, prefieren que la invasión pase a un segundo plano durante las presidenciales por temor a que les pase una factura electoral.
Por todo ello, Zelenski estuvo en Madrid el 27 de mayo, el 28 en Lisboa y Bruselas, y el 31 de mayo en Estocolmo, donde firmó tratados bilaterales de defensa a 10 años con los gobiernos de Noruega, Suecia e Islandia. Lo mismo hizo en Portugal y en Bélgica, y antes en España. El presidente Pedro Sánchez se comprometió con una asistencia militar récord por parte española, de más de 1.100 millones de euros este año, más el apoyo del Ejecutivo en las aspiraciones de Ucrania para acceder a la OTAN, la mayor línea roja que las potencias occidentales están evitando cruzar por temor a llevar el conflicto con Rusia a una guerra mundial.
Tensión con Washington
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El presidente ucranio ha podido reunirse en las playas de Normandía con su homólogo estadounidense, Joe Biden, tras dos semanas de tensiones bilaterales. La resistencia personal de Biden a permitir que las armas aportadas por su ejército a Kiev sirvan para destruir posiciones militares en suelo ruso ha alimentado “el mayor momento de tensión y distanciamiento en las relaciones entre Estados Unidos y Ucrania”, según indicaron la semana pasada al Financial Times fuentes de ambos Gobiernos. El veto fue finalmente levantado, pero Biden continúa negando que las Fuerzas Armadas de Ucrania utilicen en suelo ruso sus misiles de largo alcance ATACMS, que es precisamente el recurso militar que Kiev exige con más ahínco poder emplear contra objetivos enemigos.
Zelenski pronunció el 28 de mayo en Bruselas unas palabras que sentaron mal en la Casa Blanca. Biden ha descartado su presencia en la Cumbre de la Paz que se celebrará el 15 y 16 de junio en Suiza. Es un encuentro en el que más de 100 Estados participarán para discutir formas de apoyo a Ucrania y el plan de 10 puntos de Zelenski para unas hipotéticas negociaciones de paz con Rusia. El presidente estadounidense no asistirá porque en esas fechas asistirá a un acto de recaudación de fondos de su campaña en California. La ausencia de Biden, dijo Zelenski, “solo la aplaudirá Vladímir Putin, y será una ovación en pie”. “Creo que la Cumbre de la Paz necesita a Biden”, añadió Zelenski, “y otros países necesitan a Biden porque estarán observando las decisiones de Estados Unidos”.
El presidente estadounidense no estará en Suiza, pero sí se encontrará de nuevo con Zelenski en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del G-7, que se celebrará en Italia del 13 al 15 junio. Uno de los puntos que se debatirán es la transferencia de parte de los activos de Rusia congelados en los países aliados de Ucrania para financiar la defensa y la reconstrucción de este país. Los obstáculos para ello no solo están en la complejidad legal de la operación, sino también en los recelos por llevar el choque con Rusia a otro nivel. Zelenski viajará antes del G-7 a Berlín, el 11 de junio, donde está previsto que se reúna con Scholz e intervenga ante el Bundestag, la Cámara Baja alemana.
China es el principal aliado que tiene Rusia en el escenario internacional, tanto en el plano económico como en el diplomático. Pekín no asistirá a la Cumbre de la Paz de Suiza, siguiendo la lógica de que cualquier discusión sobre el final de la guerra solo es productiva si Moscú participa. Zelenski ha jugado una carta arriesgada en estas semanas de periplo internacional: cargar directamente contra China. El líder ucranio acusó el 1 de junio desde Singapur a las autoridades de Pekín de sabotear sus propuestas de paz para favorecer a Rusia. Desde Singapur viajó Zelenski a Filipinas, país que mantiene con China tensas disputas territoriales. El 5 de junio, en su viaje de regreso a Europa para asistir a los actos del Desembarco de Normandía, el presidente ucranio se reunió en Doha con el emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, uno de los pocos Estados, junto a Turquía y a otros países árabes, que están mediando entre Rusia y Ucrania.
Las posibilidades de expulsar a Rusia de Ucrania por la vía militar son escasas. Mikola Bielieskov, un analista de referencia e investigador del Instituto Nacional para Estudios Estratégicos, centro dependiente de la presidencia ucrania, publicó un estudio la semana pasada en el que apuntaba que una “victoria estratégica realista para Ucrania” será tener recursos suficientes para defender el territorio no ocupado por Rusia en el próximo año y medio.
Tanto Zelenski como otros representantes de su Gobierno han concedido públicamente que cuantos más meses de guerra pasan, más complejo es negociar un apoyo militar de los aliados que pueda dar un vuelco a la situación. El ejemplo más claro fue el más de medio año que republicanos y demócratas necesitaron para acordar finalmente en abril la última partida multimillonaria en armamento para Ucrania.
En una entrevista con EL PAÍS del 31 de mayo, la investigadora de la Universidad de Berna Oksana Mishlovska confirmaba que “en contraste con lo que sucede en Ucrania, donde son silenciadas las voces no dominantes partidarias de una salida pactada o de un escenario coreano [un alto el fuego que deje una Ucrania partida en dos realidades opuestas], en la Unión Europea y más allá las opiniones están visiblemente divididas”. La agenda de Zelenski se centra precisamente en persuadir a la comunidad internacional de que ante Rusia no se puede ceder ni un ápice. El tiempo y un frente de guerra favorable al Kremlin juegan en su contra.
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